Variadas son las plagas y enfermedades que provocan daño a nuestras plantas ornamentales y al césped de muchos jardines, esto en función de la especie, el estado fenológico y del vigor en que se encuentran.
Estos agentes bióticos alteran las funciones fisiológicas de las plantas deteriorándolas hasta el punto de causarles la muerte.
El conocimiento de Preventivo control plagas tanto de los insectos, ácaros y moluscos dañinos, como también de los hongos fitopatógenos y del conocimiento de sus ciclos biológicos puede en forma efectiva elegir una adecuada estrategia para su prevención y control.
Enemigos o aliados? No todos los insectos son dañinos para nuestros cultivos, plantas o jardines, por lo cual, una correcta identificación nos podrá dar la pauta para combatir a aquellos que son dañinos y cuidar lo mejor posible a los enemigos naturales, tales como; las chinitas, algunos ácaros y avispas o a los polinizadores como abejas y mariposas, entre otros.
Los insectos dañinos pueden provocar perjuicios directos en raíces, tallos, flores o frutos, ya sea por su consumo o por el daño físico que ocasionan en las plantas, o bien, de forma indirecta a través de la succión de la savia, inoculando plantas con virus, lo que puede provocar también la aparición de hongos u otros fitopatógenos causantes de enfermedades.
Insectos y ácaros comunes en jardines que causan daño y enfermedades a las plantas: Pulgones, polillas, trips, arañitas, chapes, conchuelas, minadores, gusanos cortadores, mosquitas blancas, chanchitos blancos, etc.
Generalmente microscópicos, se reproducen principalmente por esporas (el equivalente a las semillas de las plantas), tienen un cuerpo vegetativo filamentoso llamado micelio de apariencia algodonosa.
Hongos comunes en jardines:
Son organismos unicelulares que se reproducen por fisión binaria (una célula se parte y se convierte en dos células idénticas), requieren de un ambiente con alta humedad relativa para su infección, reproducción y diseminación.
Se diferencian de los hongos por no ser capaces de penetrar directamente tejidos de las plantas, sino que necesitan heridas provocadas por insectos, nemátodos, pájaros o humanos en los procesos de poda, trasplante, etc.
Entre los principales géneros de bacterias que atacan los cultivos se encuentran: Xanthomonas, Pseudomonas, Erwinia y Agrobacterium.
Los virus de las plantas son organismos simples, contienen algunos genes compuestos de ácido nucleico en una cápsula de proteína (cápsido), miden entre 20 - 300 nm y son visibles sólo al microscopio electrónico. Normalmente no provocan la muerte de las plantas, pero si reducen su productividad, valor económico y ornamental.
Producen enfermedades generalizadas, persistentes e incurables. Los síntomas más característicos son el raquitismo, mosaico o rayas y aclarado nerval, clorosis foliar, manchas anulares, nervios necróticos, deformaciones foliares, brotes abultados, excrecencias y rotura de flores.
La prevención y el control consiste en combatir por un lado los agentes que propagan la infección, como pulgones, ácaros, trips y la eliminación de malezas hospederas, además se debe evitar la transmisión mecánica entre otras labores culturales.
Principales virus fitopatógenos comunes en jardines:
Son muy parecidos a los gusanos, sin embargo, su tamaño es microscópico, pluricelulares, no presentan segmentación, no tienen sistema circulatorio ni respiratorio, poseen sexo bien diferenciado y un estilete.
Generalmente las hembras adultas depositan al menos 500 huevos unicelulares envueltos en una sustancia gelatinosa y las larvas que nacen buscan alimento inmediatamente. Se mueven muy lentamente en el suelo de unos pocos centímetros a un metro por temporada.
Los nemátodos más comunes son: Meloidogyne, Heterodera, Pratylenchus, Ditylenchus y Globodera.
Son considerados moluscos.
Pueden convertirse en las plagas más voraces de un jardín. Buscan lugares oscuros, frescos y húmedos para cobijarse y salen a alimentarse durante la noche, principalmente de hojas y brotes nuevos, aunque también consumen raíces.
Los caracoles adultos son hermafroditas y son capaces de poner 100 huevos cada mes y vivir hasta 10 años, en cambio, las babosas solo pueden vivir 2 años y poner entre 150 y 500 huevos con intervalos de días o semanas. La baba que secretan les sirve para su desplazamiento disminuyendo el roce, como protección contra hongos o bacterias e incluso insectos como las hormigas. También les sirve como regulador térmico y protección contra la deshidratación.